Emilio Carrillo - Amor y soledad
AMOR Y SOLEDAD del blog Emilio Carrillo
¿No se te ha ocurrido nunca pensar que sólo eres capaz de amar cuando estás solo? Pero ¿qué significa amar? Significa ver a una persona, una cosa, una situación tal como realmente es, no tal como tú la imaginas, y reaccionar ante ella como merece. No puedes amar lo que ni siquiera ves.
¿No se te ha ocurrido nunca pensar que sólo eres capaz de amar cuando estás solo? Pero ¿qué significa amar? Significa ver a una persona, una cosa, una situación tal como realmente es, no tal como tú la imaginas, y reaccionar ante ella como merece. No puedes amar lo que ni siquiera ves.
¿Y qué es lo que te impide amar? Tus conceptos, tus categorías, tus
prejuicios y proyecciones, tus necesidades y apegos, los "clichés" que
tú mismo has elaborado a partir de tus propios condicionamientos y
experiencias pasadas. Ver es la más ardua tarea que un ser humano puede
emprender porque requiere una mente alerta y disciplinada, mientras que
la mayoría de la gente prefiere ceder a la pereza mental antes que
tomarse la molestia de ver a cada persona y cada cosa de un modo siempre
nuevo, con la novedad de cada momento.
Liberarte de tus condicionamientos para poder ver es bastante difícil.
Pero el verte exige algo aún más doloroso: liberarte del control que la
sociedad ejerce sobre ti; un control cuyos tentáculos han penetrado
hasta las raíces mismas de tu ser, hasta el punto de que liberarte de él
es tanto como despedazarte.
Si quieres comprenderlo, piensa en un niño al que se le inocula el
gusto por la droga. A medida que la droga penetra en su cuerpo, el niño
se va haciendo adicto y todo su ser demanda a gritos dicha droga. Llega
un momento en que la falta de la droga le resulta tan insoportable que
prefiere morir.
Pues bien, esto es exactamente lo que la sociedad hizo contigo cuando
eras un niño. No te estaba permitido disfrutar del sólido y nutritivo
alimento de la vida: el trabajo, la actividad y la compañía de las
personas y los placeres de los sentidos y de la mente. Se te hizo tomar
afición a unas drogas llamadas "aprobación", "aprecio", "éxito",
"prestigio", "poder"... Una vez que les tomaste el gusto, te hiciste
adicto a ellas y empezaste a temer la posibilidad de perderlas. Sentías
terror con sólo pensar en los fallos, en los errores o en las críticas.
De modo que te hiciste cobardemente dependiente de los demás y perdiste
tu libertad. Ahora tienen otros el poder de hacerte feliz o desdichado.
Y, por más que detestes el dolor que ello supone, te encuentras
completamente desvalido.
No hay un solo minuto en el que, consciente o inconscientemente, no
trates de sintonizar con las reacciones de los demás, marchando al ritmo
de sus exigencias. Cuando te ves ignorado o desaprobado, experimentas
una soledad tan insoportable que acudes de nuevo a los demás mendigando
el consuelo de su apoyo, su aliento y sus palabras de ánimo. Vivir con
los demás en este estado conlleva una tensión interminable, pero vivir
sin ellos acarrea el agudo dolor de la soledad. Has perdido tu capacidad
de verlos con toda claridad tal como son y de reaccionar adecuadamente
ante ellos, porque, en general. tu percepción de ellos está oscurecida
por tu necesidad de conseguir la "droga".
La aterradora e ineludible consecuencia de todo ello es que te has
vuelto incapaz de amar nada ni a nadie. Si deseas amar, has de aprender a
ver de nuevo. Y si deseas ver, has de renunciar a tu "droga". Tienes
que arrancar de tu ser esas raíces de la sociedad que se te han metido
hasta los tuétanos. Tienes que liberarte de ellas. Externamente, todo
seguirá como antes y tú seguirás estando en el mundo, pero sin ser del
mundo. E internamente serás al fin libre y estarás absolutamente solo.
Es únicamente en esa soledad, en ese absoluto aislamiento, como
desaparecerán la dependencia y el deseo y brotará la capacidad de amar,
porque ya no verás a los demás como medios de satisfacer tu adicción.
Sólo quien lo ha intentado conoce el terror de semejante proceso. Es
como si te invitaran a morir. Es como pedirle al pobre drogadicto que
renuncie a la única felicidad que ha conocido y la sustituya por el
sabor del pan, la fruta, el aire limpio de la mañana y el frescor del
agua del torrente, mientras se esfuerza por hacer frente al síndrome de
abstinencia y al vacío que experimenta en su interior una vez
desaparecida la droga. Para su enfebrecida mente, nada que no sea la
droga puede llenar ese vacío. ¿Puedes imaginar una vida en la que te
niegues a disfrutar de una sola palabra de aprobación y de aprecio o a
contar con el apoyo de un brazo amigo; una vida en la que no dependas
emocionalmente de nadie, de manera que nadie tenga ya el poder de
hacerte feliz o desdichado; una vida en la que no necesites a ninguna
persona en particular, ni ser especial para nadie, ni considerar a nadie
como propio? Hasta las aves del cielo tienen nidos y los zorros
guaridas, pero tú no tendrás dónde reposar tu cabeza a lo largo de tu
travesía de la vida.
Si alguna vez llegas a ese estado, al fin sabrás lo que significa ver
con una visión despejada y no enturbiada por el miedo o el deseo. Y
sabrás también lo que significa amar. Pero para llegar a esa región del
amor deberás soportar el trance de la muerte, porque amar a las personas supone haber muerto a la necesidad de las mismas y estar absolutamente solo.
¿Cómo se llega ahí? A base de un incesante proceso de concienciación...
y con la infinita paciencia y compasión que deberías tener para con un
drogadicto. También te ayudará el emprender actividades que puedas
realizar con todo tu ser; actividades que de tal manera te guste
realizar que, mientras te ocupas en ellas, no signifique nada para ti ni
el éxito ni el reconocimiento ni la aprobación de los demás. E
igualmente útil te será volver a la naturaleza: despide a las
multitudes, sube al monte y comulga silenciosamente con los árboles y
las flores, con los pájaros y los animales, con el cielo, las nubes y
las estrellas. Entonces sabrás que tu corazón te ha llevado al vasto
desierto de la soledad, donde no hay a tu lado absolutamente nadie. Al
principio te parecerá insoportable, porque no estás acostumbrado a la
soledad. Pero, si consigues superar los primeros momentos, no tardarás
en comprobar cómo el desierto florece en amor. Tu corazón romperá a
cantar, y será primavera para siempre.
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Fuente: Anthony de Mello. Una Llamada al Amor (Meditación 23)
Gracias por la reflexión
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